Al pie del imponente Cerro del Romero, en Villa de María del Río Seco, se conservan aún hoy los restos silenciosos de lo que fue la primera capilla del lugar. Estas ruinas de piedra, que resisten al tiempo y al olvido, no solo representan una joya arquitectónica de los siglos XVII y XVIII, sino que también guardan una historia cargada de fe, coraje y devoción.
La capilla fue el primer templo que albergó a la imagen de Nuestra Señora del Rosario, más tarde conocida como La Cautivita, patrona entrañable de la región. Su construcción estuvo impulsada por los pobladores de la zona y se convirtió rápidamente en el centro espiritual de las estancias del norte cordobés.
Pero esta pequeña iglesia también fue testigo de uno de los episodios más dramáticos en la historia de Villa de María. En el año 1748, la región fue atacada por los abipones, un grupo indígena del Chaco. Durante el asalto, la capilla fue saqueada y profanada: los atacantes se llevaron los objetos sagrados, las campanas y la valiosa imagen de la Virgen. La puerta del templo fue derribada a hachazos y el lugar quedó prácticamente destruido.
Tiempo después, la imagen fue recuperada por el capitán Francisco de la Barreda y regresada al pueblo entre muestras de emoción y peregrinaciones de agradecimiento. A partir de ese momento, la Virgen fue llamada La Cautivita, por su paso como cautiva.
Hoy, entre la vegetación silvestre, se pueden ver los cimientos de piedra de aquella antigua capilla, que medía 9,40 metros de largo por 4,20 de ancho y cuya entrada miraba al norte. Es un sitio sagrado, cargado de memoria y espiritualidad, donde muchos vecinos descansan en paz, incluyendo antiguos fundadores y defensores de la fe.
Visitar estas ruinas es reencontrarse con los orígenes de un pueblo que hizo de la fe su refugio y de la historia, su identidad.