En lo alto del Cerro del Romero, donde el viento susurra entre las piedras y la vista se pierde en los paisajes del norte cordobés, se alza una pequeña gran joya de nuestra identidad: la Capilla de la Cautivita. Inaugurada el 24 de abril de 1966 es signo de una historia profundamente humana, tejida con fe, esfuerzo y comunidad.
Corría el año 1965 cuando el Padre Donato, un hombre de mirada serena y convicciones firmes, comenzó a soñar con un espacio sagrado que honrara a la Virgen de la Merced, nuestra querida Cautivita. Pero su sueño no era solo religioso: también era cultural, histórico y profundamente comunitario. Veía en esa capilla un faro espiritual, pero también un símbolo de identidad para todo el pueblo de Villa de María del Río Seco.
Fue entonces cuando la solidaridad empezó a hacer su magia. Los vecinos se sumaron sin dudar, aportando su tiempo, sus herramientas y, sobre todo, su corazón. Desde el cercano Cerro Colorado llegaron los picapedreros, verdaderos artistas de la piedra, que con manos firmes y conocimiento ancestral tallaron cada bloque con respeto y dedicación. Aquella construcción no tuvo grandes máquinas ni presupuestos generosos, pero tuvo algo mucho más valioso: la voluntad colectiva de materializar un sueño compartido.
Piedra sobre piedra, oración tras oración, fue tomando forma la capilla. Su arquitectura sencilla y sólida refleja la esencia misma de nuestro pueblo: nobleza, perseverancia y devoción. Allí, en el corazón del monte, se erigió un espacio que pronto se convirtió en lugar de encuentro, celebración y reflexión.
Hoy, gracias al trabajo de la Comisión de Recuperación Histórica del Norte, volvemos la mirada hacia esos hitos que marcaron nuestro camino como comunidad. La puesta en valor de la Capilla de la Cautivita no es solo un acto de memoria: es un acto de amor. Es reconocer el poder de la fe, pero también de la organización, del trabajo en conjunto, del legado que nos dejaron quienes vinieron antes.
Todo esto nos invita a redescubrir nuestras raíces. A recordar que la historia no vive solo en los libros, sino en las piedras que aún sostienen la capilla, en las manos que la construyeron y en cada persona que, al visitarla, renueva su compromiso con nuestra identidad.
Que cada aniversario sea una nueva oportunidad para seguir construyendo juntos. Porque la historia se escribe con memoria, pero se honra con acción.